viernes, 21 de enero de 2011

Paula en revista Para Ti

Divina y popular. De vacaciones en Punta del Este, la subcampeona de Bailando por un Sueño 2010 aprovecha para descansar y evaluar propuestas laborales. Está de novia desde hace cinco meses con Peter Alfonso, productor del programa, pero acaba de mudarse sola a su propio departamento.


Ser la estrella de un programa de televisión puede marcar un antes y un después en la vida de cualquier mortal. Y Paula Cháves (26), modelo de Multitalent y finalista de Bailando por un Sueño 2010 confirma la regla. No sólo porque capturó las miradas expectantes del público y del jurado sino porque en el transcurso de la competencia –que terminó el 20 de diciembre pasado (día de la gran final frente al ex boxeador la Mole Moli)–, conoció a su actual pareja, Pedro Peter Alfonso, productor del programa que más rating acapara en la televisión argentina.
Atrás quedaron en la vida de esta chica nacida en Lobos, provincia de Buenos Aires, los romances con Nacho Viale y el polista Facundo Pieres. La relación con Peter, tal como todos lo conocen, empezó un poco con bromas delante de cámara pero se transformó en un “enganche real”, y ya lleva cinco meses. Además, en el medio de una rutina exhaustiva de ensayos, Paula se compró su propio departamento (“un orgullo, después de tantos años de trabajo”, dirá) y así pudo dejar la casa de sus padres, en Olivos.

En diciembre, en plena final del programa, se mudó sola al barrio porteño de Las Cañitas. O casi sola, porque junto con ella se sumó Moro, un bulldog francés negro. “Todo el mundo me decía que mudarse era muy estresante, pero yo ya me había comprado el departamento ¡y me quería mudar ya! No me di cuenta de que era tan agotador”, reflexiona ahora divertida desde Punta del Este. Allí desembarcó para tomarse un tiempo para evaluar “tranquila” lo que quiere para este nuevo año. Claro, antes se ocupó de dejar impecable su recién estrenado hogar. “Mi problema es el desorden. Viviendo sola te das cuenta que si no ordenás vos, el caos te puede acompañar semanas. Así que, antes de venir a Punta del Este, me puse como meta dejar todo en su lugar”, confiesa entre risas, acostada en la cama de Las Dunas, el hotel en el que se aloja por estos días.

Llegaste a la final pero no ganaste. ¿Te desilusionó el resultado? No. Es que para mí haber llegado a la final ya era muchísimo. Me tenía cero fe: nunca pensé que iba a llegar tan lejos. Creo que nadie lo pensaba. En el camino me fui dando cuenta de mis propias posibilidades, yo había hecho baile en el gimnasio pero nada más. Pero lo que pasa es que el programa es un show y para ganar necesitás tener carisma, ser divertida y, por supuesto, estar tocada por la varita mágica de Marcelo Tinelli. A él le tiene que divertir la historia que se puede armar alrededor de tu figura. Es un capo, un gran inventor.

¿Cuánto de ese éxito creés que se lo garantiza el show y cuánto el baile? Creo que la gente se engancha mucho con el baile, pero también le divierten las peleas y todo lo que pasa alrededor. La gente ya está harta de ver al famoso sentado en un living mientras le hacen una entrevista. ¡Es mucho más divertido el circo de verlos en acción!

De hecho, a tu alrededor se tejieron miles de rumores. Incluso tu relación con Peter comenzó frente a las cámaras… Sí. Desde abril hasta acá me inventaron miles de romances: que estaba con Tinelli y que había vuelto con Pieres (N de la R: Paula terminó su relación con el polista Facundo Pieres a principios de 2010). Cuando lo único cierto era que había empezado a verme con Peter. Al principio, leía los portales de Internet y me tiraba en la cama a llorar.

O sea que desde abril estás sufriendo… (Risas) Es raro lo que pasa en Bailando. Es lindo pero a la vez te genera muchísima tensión. Es mucha la adrenalina que se vive antes de salir a escena. Yo era una bola de nervios caminando. Por eso siempre tenía mi cábala antes de salir que me ayudaba a tranquilizarme. Con mi coach de baile rezábamos un avemaría y un padrenuestro. Y antes de salir daba tres vueltas en mi lugar de baile.

¿En algún momento dudaste de tu participación en Bailando por un sueño? ¿Te importaban las críticas que podías recibir? En el ambiente de la moda quizá lo hayan tomado como una grasada, pero te puedo asegurar que todas –pero todas– se mueren por estar en Bailando. La que te dice que le parece una grasada se muere por salir con canutillos a bailar. Es una experiencia divina: que te maquillen, te peinen, te enseñen una coreografía y te digan “¡Salí!”.

¿Cuál es la parte negativa de haberte vuelto popular? Hasta ahora nada. Todo me parece positivo. Disfruto el hecho de salir a la calle y que todo el mundo me salude, porque es un reconocimiento. Me ha pasado que una abuela se bajó de la cinta en el gimnasio para darme una abrazo y decirme que no le diera bolilla a lo que dice Graciela Alfano (N de la R: Alfano que es uno de los miembros del jurado del programa). Obviamente no me molesta, mientras la exposición tenga un límite y no haya diez fotógrafos en la puerta de mi casa.

¿Te surgieron propuestas de trabajo interesantes a raíz de tu participación en el programa? Tuve algunas ofertas para hacer ficción, que es lo que más me interesa. Lo que más me divierte es poder actuar (Paula ya hizo una pequeña participación en Niní y en Impostores) y por eso quiero retomar mis clases de teatro. Bailando fue una pantalla para despegar hacía otros rumbos, para salir del estereotipo de modelo que no transmite nada. El programa me dio la posibilidad de mostrarme tal cual soy y dejar en claro que puedo hacer algo más, aparte de desfilar.

ESENCIA DE PUEBLO. Cuando estaba terminando tercer año del secundario, la familia Cháves enfrentó problemas económicos y tuvo que abandonar Buenos Aires. Miguel –su papá, exportador textil–, su mamá Alejandra –ama de casa–, y dos hermanos menores, Delfina y Gonzalo (hoy de 14 y 22) se instalaron en Lobos, provincia de Buenos Aires. Allí, Paula cursó cuarto y quinto año. “En ese momento fue lo peor que me podría haber pasado. Tuve que cambiar de colegio, pasé de uno privado a uno público y a tener una vida completamente distinta. Nos mudamos a Lobos porque una tía nos prestó una casa y siempre el costo de vida en un pueblo es mucho menor. Ahora que pasó el tiempo me doy cuenta que la experiencia fue súper positiva. Viví lo que es la vida de pueblo, que es fabulosa: dormía la siesta, andaba en bicicleta, conocí a mis mejores amigas, con las que sigo siendo íntima, y me contacté mucho más con mi familia materna”.

En 2003, ya de vuelta en Capital, se anotó en el concurso Súper M, ganó y desde ahí no paró de desfilar. Pero el modelaje, asegura ahora, está lejos de ser su gran meta profesional. “La moda era algo que me divertía, pero tenía en claro que nunca iba a ser una modelo internacional. Además, siempre me hincharon con el tema de la gordura y que tenía que adelgazar”.

No creo que tu figura haya sido un problema… Sí, pero cuando empecé a los 17 años lidiaba con productoras que me decían: ‘Esto es para Paula, que es grandota’. Por suerte siempre me reía de esos comentarios porque tenía una familia que me contenía. El peligro son las miles de chicas adolescentes que veo que se mueren por entrar a una agencia o por que aparezca una fotito suya en una revista. Para ellas, un comentario así puede ser terrible: las puede llevar a un trastorno alimenticio. ¿Quién sos vos para decirme que tengo que bajar cuatro kilos?, ¿con qué parámetro? Tengo una hermana que es una muñeca, la vieron un segundo en Showmatch y ya pegó dos campañas. Es un bombón, pero aún es chica. Si escucho a una productora decirle lo mismo que me dijeron a mí, la tengo que matar.

Hablemos del amor… ¿cómo estás viviendo tu relación con Peter? Relajada. Antes era re Susanita. ¡Siempre viví de novia! Pero ahora prefiero ver qué pasa día a día. Vivir el romance y la conquista cotidianos. Si va a ser el hombre con el que me voy a casar, no lo sé. Ahora estamos muy bien juntos. Me encanta su humildad y me seduce el hecho de que sea opuesto a mí. Yo soy verborrágica y él es súper tranquilo y callado. Eso sí, tiene mucho sentido del humor, algo que para mí es fundamental.

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